jueves, 29 de marzo de 2012

"ENTRE FOGONES" de Ildefonso Gómez Sánchez


Entre fogones
No sé por qué, pero esta hoja en blanco me ha recordado esas cacerolas de porcelana roja y fondo azul, que un día cualquiera de mi infancia traían de cabeza a mi madre. La imagino con la cabeza en blanco, sin saber que preparar para comer. A ella no le gustaba mucho meterse entre fogones y menos quebrarse la cabeza pensando en que iba a prepararnos. Me la imagino murmurando. “Veamos en la despensa… no tengo mucho tiempo para guisar. Es que una siempre va de cabeza y una está sola para todo." "Un arroz a la cubana y unos huevos con salchichas. No, no, hace unos días ya lo preparé, luego me refunfuñan y me dan las tantas con la mesa puesta con la lata de la comida. Un puré de patatas con unos filetes rusos... como que no, que luego me veo fracasada para la cena. Un arroz con verduras. Bueno un arroz, ya está,  un arroz con verduras. Bueno, veamos que hay en la nevera. Estos tomates, un par de pimientos verdes, esta mitad de pimiento rojo,  unas zanahorias, esta media cebolla, y unas judías verdes…”
Todo sobre el poyete de la cocina, junto al fregadero. Mondaba, partía en trozos grandes y lavaba con escrupuloso cuidado. Durante un rato dejaba escurrir las verduras para que perdieran el exceso de agua. Mientras pelaba un par de ajos y los troceaba. El aceite ya iba calentándose en la cacerola a la espera de que los ajos hicieran su entrada en escena. Se comenzaba a gestar un sofrito: los ajos ya casi dorados ,luego  una cebolla troceada tan blanca como esta hoja, que va perdiendo protagonismo poco a poco gracias a las habilidades de la improvisación culinaria que aprendí de mi madre. Un sofrito a fuego lento, éste era el secreto para que el plato fuera un éxito.
 Un sofrito tranquilo sin mucho movimiento se iniciaba entre esos fogones de cobre, relucientes como un sol, en esa cocina blanca de butano. Mientras ella troceaba las zanahorias en brunoise, pacientemente la cebolla se pochaba hasta quedar translúcida. La zanahoria siempre la agregaba después de la cebolla, cuando estaba bien pochada. Luego quitaba las hebras de las vainas de las judías y las troceaba sobre la cacerola.  Un meneo y los pimientos guardando turno en una fuente, para ser cortados al estilo “paisana”, bien fino. El pimiento siempre era el tormento de mi hermana pequeña, si mamá no lo hiciese así, el pimiento no lo hubiera comido nunca. Los tomates maduros eran pelados y luego rayados. Unas hojas de laurel eran añadidas a la cacerola, después del tomate. Revolcón con la cuchara de madera y tapadera. Un hervor de unos minutos, hasta que el tomate tomara ese color medio anaranjado, entonces añadía el arroz; luego añadía unas hebras de azafrán y un par de clavos de olor. Otro par de meneos y echaba el agua caliente a ojo. Mamá, como yo, cocina con la intuición del “ojímetro”. En quince minutos de cocción, que era tiempo que necesitaba el arroz, mamá iba quitando del medio los cuatro cacharros que había utilizado para preparar la comida.
El arroz ya estaba listo. Ya había reposado el tiempo necesario.
Siempre, todos los días, cuando papá abría la puerta al volver del trabajo y entraba, la misma frase. “La comida ya está. Vamos a la mesa. Niños, las manos… y a la mesa. Papá ya está aquí”.  Ese día estoy seguro que dijo: “El arroz se pasa. Vamos, a lavarse las manos y a comer. El arroz pasado no está bueno. Venga vamos a la mesa.” Todo un ritual.
A menudo lo pienso, probablemente, la culpa la tiene Santa Teresa de Ávila, guisar y escribir es casi un mismo oficio... entre fogones y peroles. Un poco de aquí, otro de allí. Habilidad y cariño, y también haber observado el predicamento de la abuela, eso rea fundamental. Un poco de sal de la vida, nostalgias, recuerdos… Son los ingredientes, que vamos añadiendo a la hoja en blanco, cacerola roja de fondo azul del que quiere contar algo a partir de las sombra que va dejando el tiempo en la memoria.

13/04/2011
Escrito para leer, escuchar y charlar.
Tema: Entre fogones

4 comentarios:

  1. Me ha encantado tu escrito. Los que hemos tenido la suerte de vivir esos momentos entre fogones de nuestros padres nos hemos enriquecido de esa nostalgia y recuerdos que han hecho que nuestra hoja nunca esté en blanco.
    Un abrazo,
    Marta

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  2. Francisca Lopez Arias30 de marzo de 2012, 18:47

    Muy bueno Alfonsi, ojala fuera tan fácil lo de escribir, ademas de todo eso que acabas de decir, creo que también hay que tener mucha habilidad a la hora de poder plasmar lo que quieres contar.
    Un abrazo.

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  3. Muy bien escrito, hermano. Yo también aprendí a moverme entre fogones de la mano de mamá. "Isabel, deja que la niña entre en la cocina, que si no, nunca aprenderá y si no sabe ayudarte, que mire, que algo se le pegará" Y vaya si se me ha pegado. Hay ciertas cosas que siempre estarán conmigo grabadas a fuego en mi memoria.

    Un beso.

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  4. Bonitos recuerdos de la niñez.Recuerdos de aquellas cálidas cocinas de antaño, de las caricias de las madres, de las abuelas que en nuestra generación compartimos con cariño.
    Gracias por este regalo.

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